Patricio Barrios, señero

Alberto Carrizo

Alberto Carrizo (1935-2013) La Estrella de Iquique, 13 de octubre de 2003

¿Sabía Ud. que un partido de fútbol puede ganarse por «medio gol a cero»? Si lo duda, compre el libro de cuentos «Las albacoras de Juan Bautista» del que es autor el incansable Patricio Barrios Alday y que recicla sus días de intelectual nato desde hace años en la Municipalidad de Arica, como director de Arte y Cultura; estudioso de lo que él denomina como «Identidad e idiosincrasia», relevante en sus ensayos desde hace 3 años. Es sin duda una «adquisición» valiosísima para una ciudad como Arica, que debate su existencia entre aquel péndulo de limítrofe y comienzo de país; recientemente trajo a Iquique, además del libro mencionado, otro: «Chinchorro, los que llegaron para no morir». Su voz, en tono entre coloquial con revestimientos de intimidad, pero también académico pero sin aspavientos, produjo un impacto no frecuente en quienes tuvimos la oportunidad de escucharle en el Palacio Astoreca.

El cuento que explica de manera exacta sólo en el desenlace prueba el eximio manejo de un estilo pulcro y directo, pero no exento de elementos formales que se van entregando poco a poco, hasta dejar al lector en medio de la pampa salitrera (Oficina Salitrera Victoria) sentado en medio del público, «pá tener fuerzas pá gritar los goles del campeón, amigo…» mientras los «saltados de longanizas y cebollas» eran el argumento de tal afirmación. Dominio amplio del habla pampia y porteña (Iquique); sabrosura en el recuento del partido, como quien escucha al locutor de radioemisora; «se vive»el partido de fútbol con jugadores que usaban en aquel tiempo «chuteadores con puente».

En tanto, «La albacoras de Juan Bautista»: «…una a cada lado como dos grandes flotadores, cada uno de ellos, con más eslora que el mismo falucho», es el sagaz artilugio argumental para resolver la hora final del «Chungungo López»; su final recrea en el Cementerio Municipal, una escena en que se funden estremecimiento, dolor, simbolismo y tradición marinera, pero en un paisaje postrero antitético y ritual; una narración maestra por lo depurado del habla pertinente, respecto de la imaginería que provoca en el lector.

En el cuento «Su primera vez»: («…pa que te hagai hombre de una vez por toas….vai a mojar hasta los calzoncillos, pero después te vai a ir por un tubo…») es frondoso para sumergir al lector en el descubrimiento de la variable linguística que reinventa con localismos los extranjerismos, dando un ambiente etario de rápido ingreso a él.

Y en la narración «Con vos ni a misa», Patricio divulga el coloquio interior, que a ratos pareciera corriente de la conciencia, pero de singular ensamble lógico.

En suma, en dicho libro hay un espectro de profundidad insospechada en el tratamiento informal de idiosincrasia e identidad; ello prueba que el larismo existencial está más cerca de la humanidad que el cosmopolismo.

Sin embargo, el logro mayor, por el relatar «en movimiento» y con doble accionar y doble habla, está en su ya conocidísimo cuento «Las fotografías del Tani Rodríguez» que precisa ser incluida en alguna antología nacional del relato deportivo. La condición humana frente al reto, la certeza del triunfo y la terrible realidad física de la derrota, son tratadas, magistralmente; cuento para leer en alta voz, como quien en vez de lector debe ser necesariamente espectador; la devolución lingüística de emisor-receptor-emisor, tiene altura de climax, que virtualmente, todo el cuento es eso.

Patricio Barrios nos sorprende, luego de manera abrupta con su «Chinchorro, los que llegaron para no morir», pues inicia viaje al ancestro con un desenlace filosofal: «…cada uno de nosotros seguirá viviendo y seguirá teniendo cuerpo. Porque no hay lugar donde ir. Hay sólo un lugar donde estar…».

Patricio Barrios es inagotable porque es un maestro en plena consolidación, aunque él no lo diga. Saludos fraternos «Pato».

La Estrella de Iquique, 13 de octubre de 2003

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