TITULAZAMENTE MULTICULTURAL

En diciembre de 2019 tuve la oportunidad de asistir a la presentación de la obra “Afroymarapuche”. Lo que vi y pensé, lo que viví y reflexioné lo compartí en redes sociales… hoy, lo traigo a este arroz graneado…
Se equivocan rotundamente aquellos y aquellas que, después de vivir hartos años, afirman que ya nada ni nadie los sorprende. Ya he vivido hartos y todavía me sorprendo, todavía me admiro ante la capacidad de creación, todavía aprendo, todavía admiro la osadía, la audacia, el rupturista espíritu de los y las jóvenes para pensar y actuar distinto…
El domingo recién pasado fui al Centro MB2 para la Experimentación de las Artes, ese espacio/herramienta nacido desde la porfía y el amor de Fernando Montanares por las Artes, a apreciar la obra “Afroymarapuche”, titulazamente pluricultural, que, más allá de que podría pensarse como un resumen de lo afroariqueño, lo aymara y lo mapuche, es una visión de la cuestión social en cuanto a la aceptación y/o rechazo de algunas formas de comportamiento. Mientras funciona al 100% la imitación se asegura la “estabilidad social”, la aceptación de lo establecido y aceptado. Lo contrario -la creación, la búsqueda de relaciones diferentes- es peligroso… y trae inseguridad. Sí, la utopía existe. Sí, le creo a Galeano y me creo yo mismo: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso, la utopía sirve para caminar”.
Disfruté la obra en su totalidad: desde la creación del texto dramático (de Montanares), a la creación musical e interpretación (del Luis “Poncho” Faúndez -ojalá que no se enoje porque le llamo así, es que me acuerdo de mi querido y recordado “Poncho” Faúndez, su padre); desde la actuación destacable (las tres actrices están dejando mal parados a los varones) a la creación de las máscaras y vestuario. Notable la iluminación, notable el sonido… notable el mensaje…
Me acordé de mi padre, Pancho Barrios, cuando me decía “hijo, no teníh que mirar a nadie hacia arriba y nadie hacia abajo, no se refería necesariamente, a la función biológica del mirar si no al acto sublime del ver y por ver entender y por entender comprender que todos somos iguales”.