Se escribe, se pinta, se actúa, se musicaliza respecto de otros y de otras… casi siempre. Una especie de pudor o de falsa modestia embarga a creadores y creadoras para abrir las puertas de sus memorias y de sus vidas, como si éstas fueras oscuras, opacas, censurables, peligrosas. Además, el escribir, el pintar, el musicalizar, el actuar, siempre se está haciendo -y así ha sido- desde un “yo” en sociedad, en comunidad. Todo lo creado tiene algo de cada uno y cada una de quien emprende ese tremendo trabajo y tremenda responsabilidad. Nada existe por “obra y gracia del espíritu santo”. Nada, en rigor, es inventado. Por el contrario, es vivido y recordado y, en ese proceso de vida y memorial se transforma y se recrea.
El desnudo corporal sigue molestando a los “puros” no se sabe de qué, sigue siendo invisibilizado, desaparecido. Imagínense, entonces, el desnudo intelectual, vivencial.
En estas páginas que sostiene en sus manos, Barrios Alday intenta compendiar -sin censura- setenta y dos años -aunque dice: “mi vida ha sido tan intensa que creo estar por los ciento cincuenta”- y, formado familiarmente, en el dar, el recibir y el devolver, en el concepto del “ayni” andino, en la reciprocidad, se convenció de que debe compartir algo de lo aprendido, algo de sus sueños, algo de lo vivido. Años infantiles cercanos al mar, años juveniles llenos de ideales, años en peligro de vida… años de amor y de amores, que nacen de la familia que se forma en Caleta Buena, en la pampa salitrera, en Iquique, en Arica.
Vía Magín Procesos Creativos se enorgullece de entregar su sello, por primera vez, a una publicación literaria y, sobre todo, porque es un libro que habla del territorio. En verdad, de dos territorios: del territorio identitario y del territorio interior, ese que nos hace ser y estar.
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