«He sido un ladrón de historias toda mi vida…
Me he robado:
Las historias de amor a los animales de Juan Bautista, ese que era albacorero, mi abuelo…
Las historias de mi padre que me contaba de los chungungos que se enamoraban de las lobas marinas. De los partidos que se ganan por medio gol. De los indios que navegaban en balsas de cuero de lobo marino. De pescar con harina enguarando los pescados…
Las historias de mi abuela Francisca que insistía en que hay que tener animales negros para protegerse de los malos hechizos…
Las historias de mi madre que me impedían pasar debajo de una escalera. Los secretos de la preparación de la chanfaina con los interiores de los animales. Los tres montoncitos de sal sobre los hombros…
También me robé la historia de amor de La Charito, la Novia, mi tía…
Las historias del Chinche Rivera y de la Miche allá en Codpa… y del Modesto Canque, y del Eduardo Ríos Guaglia…
Las historias del Seren Mallku Seren T’alla que afina los instrumentos y enseña melodías mágicas…
La historia del Aguatire, el pastor fantasma que cuida todos los rebaños del altiplano…
La historia del leke-leke que anuncia las procesiones de Semana Santa…
Las historias de Guillermo Focacci, de la Julia Corvacho, de la Rosa Guisa Lanchipa, de los negros, de las negras, de las cadenas y las matracas…
De los Chinchorro. De los soldados de la Guerra del Salitre, peruanos y chilenos…
De las ferias…
Pero me indujeron, me incitaron, me formaron para “ladronear”…
Tengo de atenuante que me robé, también, el AYNI andino, el dar, el recibir, el devolver…. la reciprocidad… todo lo que he robado lo he compartido, lo he devuelto…
Revisen bien lo que creen que tienen… no vaya a ser que ya se los haya robado»…